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¿Cuáles son los síntomas de la enfermedad hepática en niños?

Las enfermedades hepáticas normalmente son “cosa de adultos”, pero hoy se sabe que existen algunos de estos trastornos que comienzan en la infancia, aunque su detección en esa etapa no es fácil. Si bien el color amarillento, debido a la ictericia fisiológica es de sobra conocido en recién nacidos, a partir del primer año de vida la enfermedad hepática suele aparecer o  bien de forma asintomática o con síntomas inespecíficos. Además de ictericia, el cansancio, la falta de apetito y el dolor abdominal o articular son algunos de los síntomas de alerta que pueden llevar a diagnosticar algún problema hepático. Por ello, si el niño sufre algunos de los síntomas anteriores es recomendable visitar al especialista, ya que a través de un análisis es posible ver la elevación de las transaminasas (enzimas localizadas en el hígado), saber la enfermedad hepática que afecta al niño y por consiguiente, aplicar el tratamiento más adecuado en cada caso.

A diferencia del adulto, en el que son pocas las causas que pueden producir elevación de esta enzima, en el niño hay más de cincuenta causas que pueden conllevar a una enfermedad hepática.

Principales patologías infantiles dermatitis-niño

En niños con sobrepeso u obesidad es frecuente el desarrollo de depósitos de grasa en el hígado (esteatosis) que pueden progresar con alteración hepática grave. En los últimos años se observa un aumento de esta patología en relación con cambios en el estilo de vida: sedentarismo y dietas inadecuadas en niños y adolescentes.

A pesar de las campañas de vacunación, la hepatitis viral puede ser relevante y crónica en niños adoptados de áreas con alta prevalencia de infección por el virus de la hepatitis B (China, India, Rusia), así como en hijos de madres con hepatitis crónica por el virus de la hepatitis C.

Asimismo, otra de las patologías del hígado es la hepatitis autoinmune, que se asocia frecuentemente a niños diabéticos y celiacos ante la más leve elevación de las transaminasas. El tratamiento precoz permite evitar la evolución a formas más graves e incluso el desarrollo de cirrosis o la necesidad de trasplante. Finalmente, existen otras enfermedades metabólicas como la enfermedad de Wilson y la deficiencia de alfa-1-antitripsina que pueden presentarse con una elevación de las transaminasas de forma asintomática.

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